El sentimiento de culpa en la experiencia luctuosa
El sentimiento que tal vez contribuya más que cualquier otro a vivir el duelo de manera complicada es el sentido de culpa. Hay quien advierte este sentimiento ante sus propios límites e impotencia; hay quien se culpabiliza por haberle regalado a su hijo la moto que le llevó a la muerte; hay quien se aflige por no haber estado presente en el momento del deceso.
En general, muchos experimentan este sentimiento por cosas expresadas o no expresadas: «No le había dicho cuánto le amaba» o «Me siento disgustada por habérselo reprochado»; o bien por cosas hechas u omitidas: «Ahora me siento disgustada por no haber hecho aquel viaje que él tanto deseaba» o «Me siento culpable por haberla dejado sola».
En primer lugar, es útil distinguir entre la culpa «moral» y la culpa «psicológica». La culpa moral está ligada a la violación de principios o de normas, como una traición afectiva, una calumnia injusta, la ausencia total. La culpa psicológica es más sutil y puede estar ligada a condicionamientos relacionales, psicológicos o mentales. Muchos se sienten culpables si «dicen no», o si expresan sus propias necesidades, o si toman una posición contraria a su propio ser querido en una disputa, o si recuerdan sus defectos.
La culpa moral se cura a base de actitudes de arrepentimiento y de reparación; la culpa psicológica requiere discernimiento y sabiduría para no derivar hacia un tormento indebido o hacia formas ilógicas de autocastigarse.
A veces, personas que están en duelo se sienten culpable por no vestir de luto, por no estar tristes, por salir a comer una pizza, por experimentar algún tipo de placer o gratificación. Es como si no tuviera derecho a vivir estas experiencias porque su ser querido no puede disfrutarlas.
Hay también personas que consideran que la culpa es algo inútil, algo que se debe abolir, una uperestructura que complica la existencia humana. En realidad, la culpa tiene una función preventiva: no tendríamos a tanta gente en la cárcel si antes de cometer un delito tales personas hubieran escuchado a su conciencia; los muchos dramas que se cuentan en los telediarios son fruto de la ofuscación del discernimiento.
En algunas circunstancias, como el suicidio, se encuentra particularmente presente el sentido de culpa o de verguenza. El superviviente se atormenta por no haber sido capaz de prevenir la muerte, por ser el padre o la madre de quien se ha quitado la vida, por la imagen contaminada de la familia en la escuela o en la parroquia.
La culpa psicológica se cura evaluándola con realismo y objetividad, no juzgando el pasado a posteriori, comprendiendo que no tenemos control sobre las vidas ajenas y que el amor no basta para salvar a un ser querido, haciendo la paz con las propias imperfecciones, poniendo remedio a posibles errores por medio de itinerarios de curación interior y espiritual.
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